El Tercer Misterio Luminoso

(Homilía para Tercer Domingo Ordinario, Año B)

El 16 de octubre de 2002, el Papa Juan Pablo II observó su 24º aniversario de su elección papal con un gesto dramático. Promulgó una carta apostólica proponiendo cinco nuevos misterios al Rosario. Estoy cierto que muchos de Uds. han rezado los Misterios Luminosos. El misterio central (tercer de cinco) es lo que hemos escuchado en el evangelio de hoy: La proclamación del Reino de Dios con el llamado a la conversión.

La suprema importancia de esa proclamación se puede ver del hecho que contiene las primeras palabras de Jesús en el evangelio de Marcos:

"Se ha cumplido el tiempo.
Y el Reino de dios ya está cerca.
Arrepiéntanse y crean en el Evangelio." (Mc 1:15)

No sé de Uds., pero yo tengo que escuchar ese llamado cada día. Trato de hacer un examen de conciencia en la noche – para agradecer a Dios por las bendiciones del día y pedir su perdón para mi respuesta tibia.

Mientras el Evangelio nos da una “seguridad bendita” de salvación, no da campo para la presunción. Presunción significa descaro u osadía, pensar que todo está bien cuando en realidad no es.

Una congregación local dio un ejemplo extremo de esta actitud. La esposa del pastor fue matada y todos tuvieron simpatía para el hombre. Sin embargo, cuando la policía investigó, toda la evidencia apuntaba al marido. Lo arrestaron y fue sentenciado a la prisión. Un reportero entrevistó a unos miembros de la congregación. Desde luego, estuvieron destrozados, pero algunos dijeron, “En cuanto a su salvación, no importa. Esa fue asegurada en el día que aceptó a Cristo.”

Se espera que los años en la cárcel resultarían en arrepentimiento, pero supone que el hombre no hubiera sido descubierto. Después de un tiempo de duelo, se casa con la otra mujer, continua su pastorado y se jubila, siempre con la admiración de su congregación y la comunidad. Sin arrepentimiento sincero, ¿Está asegurada la salvación de aquel hombre?

Shakespeare lo tiene correcto. Arrepentimiento requiere mas que palabras. En Hamlet Claudio mata a su hermano, se casa con su cuñado y está coronado Rey. En un momento de crisis, trata de rezar, pero se da cuenta que primero hay que pedir perdón. No obstante palabras no sirven porque todavía goza de los efectos de su crimen: “mi corona, mi ambición y mi reina.”

No se puede arrepentir y seguir con los beneficios del pecado. Como muchas personas hoy, el Rey Claudio fue paralizado, “Mis palabras vuelan arriba, pero mis pensamientos se quedan abajo. Palabras sin pensamientos nunca pueden ir al cielo.”

Jesús comienza su ministerio con un llamado a despertarnos. “El tiempo está cumplido.” No es suficiente haberse arrepentido ayer o tener la intención de arrepentirse mañana. Cuando rezamos el Ave Maria, mencionamos los únicos momentos que cuentan: ahora y la hora de nuestra muerte. Y esos dos momentos siempre están más cerca que lo que pensamos.

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English Version

De los Archivos:

Tercer Domingo, Año B, 2012: Tiempo de Apostar
2009: Arrepientanse y Crean
2006: La Vida Es Corta
2003: El Tercer Misterio Luminoso

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