Escandalizar y Escandalizarse

(Homilía para el 26o Domingo Ordinario, Año B)

Todos somos familiares con la palabra bíblica “escándalo.” En los últimos años los medios han expuesto los escándalos Enron, Mónica Lewinsky y abuso sexual por clérigos. Usan la palabra para indicar algo vergonzoso, hecho en secreto, que después viene a ser publico.

La Biblia emplea la palabra en un sentido un poco diferente. Etimológicamente, viene del griego skandalon, que era ramo torcido para entrapar. Con un skandalon un cazador podía agarrar un conejo u otra presa pequeña.

Jesús hoy habla de los que escandalizan (atrapan) a los pequeños. Puede ser en forma intencional, como alguien que enseña a niños a robar o por accidente – un adulto que deja una revista pornográfica donde un niño lo encuentra. Jesús implica que por los dos el castigo será severo.

Me acuerdo una película donde ataron unas personas con piedras y las echaron de un barco. Fue horrorizarte. Jesús dice que habrá un castigo semejante para la persona que causa un pequeño a pecar. La forma en que nos vestimos, hablamos, lo que miramos por televisión, las revistas en la casa, los sitios de Internet que visitamos – son asuntos serios.

La idea de escandalizar a otra persona (causándola a pecar) puede ayudarnos a reconocer la seriedad de nuestras acciones. Una vez hablé con una mujer mayor de edad que no veía nada mal en tener un novio. “Los dos somos adultos. Es completamente natural.” Nada que le dije la impresionó. Finalmente, le pregunté si fuera el ejemplo que querría dar a sus hijos – y nietos. Ella se calló y reflexionó un poco.

Jesús nos dice que hacer si la mano, el ojo o pie escandaliza (“es ocasión de pecado”). Córtatelas. Por supuesto, usa una expresión fuerte para chocarnos. No esta avocando mutilación que en si es un pecado grave. Sin embargo, seria mejor estar separado de la mano o pie en vez de sufrir separación eterna de Dios.

A todo costo tenemos que evitar dando escándalo, es decir ser ocasión de pecado para otro. San Pablo les dice a los romanos que aun hay que evitar actividades neutrales si causan que un hermano tropieza.

Pero hay algo que igualmente es mortal – tomar escándalo o escandalizarse. Cuando vemos la debilidad, el lado oscuro de otro Cristiano, puede causar que alguien pierde la fe. A veces puede ser una disculpa conveniente. He habla con personas que han usado el escándalo corriente como ocasión para alejarse de la fe – o confirmación de su frialdad. Una señora me dijo que todas las noticias sobre la Iglesia le causaban a perder su fe. La conocía suficiente para decir, “Mira, muchacha. No estabas haciendo muy bien antes de los escándalos.”

San Pablo dice que para algunos de los judíos la cruz de Cristo era una “escándalo.” No podían aceptar que Dios permitiera tan debilidad y vergüenza. Estamos acostumbrados a la cruz, pero la vergüenza del Cuerpo de Cristo (la Iglesia) puede separar a algunos de Dios – quizás, eternamente.

Santa Teresa nos muestra el camino correcto. Como muchacha ella participó en una peregrinación a Roma. En su autobiografía ella nota que unos sacerdotes se comportaron mal. Quizás cosas como tomar o comer al exceso, coqueteando, explosionando cuando las cosas no iban como querrían. Tal vez cosas peores. De todos modos, la respuesta de Teresa no era condenación, sino el reconocer de su vocación de orar por sacerdotes.

El Catecismo resume el desafío:

589 Jesús escandalizó sobre todo porque identificó su conducta misericordiosa hacia los pecadores con la actitud de Dios mismo con respecto a ellos (cf. Mt 9, 13; Os 6, 6). Llegó incluso a dejar entender que compartiendo la mesa con los pecadores (cf. Lc 15, 1-2), los admitía al banquete mesiánico (cf. Lc 15, 22-32). Pero es especialmente, al perdonar los pecados, cuando Jesús puso a las autoridades de Israel ante un dilema. Porque como ellas dicen, justamente asombradas, "¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios?" (Mc 2, 7). Al perdonar los pecados, o bien Jesús blasfema porque es un hombre que pretende hacerse igual a Dios (cf. Jn 5, 18; 10, 33) o bien dice verdad y su persona hace presente y revela el Nombre de Dios (cf. Jn 17, 6-26).

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Boletín

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