Ni Dinero en el Cinto

(Homilía para el Domingo Quince del Tiempo Ordinario, Año B)

Este año durante la conferencia de sacerdotes, recibí una distinción dudosa. El chequeo de salud reveló que tengo el nivel de grasa más baja de todos. El año pasado fue quince por ciento que esta bien, de hecho un poco menos del nivel normal de veintidós. Este año, para mi sorpresa, fue siete por ciento. Mi peso era casi igual, pero la composición de mi cuerpo había cambiado. La enfermera me preguntó si hubiera tenido algún gran cambio en mi vida.

“¿Por ejemplo?” Le pregunté.

“Pues,” me dijo, “quizás un cambio en dieta o ejercicio.” Aparte de caminatas largas con mi perro, no podía pensar en algo tan diferente. Entonces, ella sugirió, ¿Tal vez estrés?”

“Bingo,” pensé. Además de las tensiones normales de vida y ministerio parroquial, hubo un factor adicional: finanzas. No en un sentido personal – como sacerdotes, a pesar de enriquecerme, estoy bien cuidado. Pero con tantos feligreses sin trabajo – y la situación difícil de la parroquia misma. Me encontraba obsesionando, aun perdiendo sueño.

A veces cuando la gente me viene a mí con problemas económicos, después de averiguar lo que se puede hacer prácticamente, les preguntaré cuál sería la cosa peor que pudiera suceder. Ninguna posibilidad es agradable: perder la casa, carro, seguro medico, posibilidades educacionales para los niños, etc. Pero aun si la cosa peor sucediera, algunas cosas buenas se quedarían: seres queridos, tiempo para leer un libro de la biblioteca, rezar o caminar, niños que valorizan su tiempo mas que cualquier regalo.

Tuve que preguntarme cuál seria lo peor que sucedería si las finanzas de la parroquia sigan bajando. Ya había enfrentado lo que más temía – despedir miembros del equipo parroquial. Además de cortar personal y programas, tendríamos que dejar los edificios sin reparar, quizás vender una parte de la propiedad o aumentar nuestra deuda a la arquidiócesis. Pero aun si lo peor sucediera, muchas cosas buenas quedarían: los sacraments, los lazos entre feligres, los ninos que nos necesitan aun si no podemos proveer una escuela.

Jesús envio sus discípulos sin “pan, ni mochila, ni dinero en el cinto.” (Mc 6:8)

Necesito meditar sobre esas palabras. Desde luego, haré lo que puedo para promover mayordomía para alcanzar las necesidades de la parroquia. Y seguiré rezando todos los días para los desempleados de la parroquia.

Mientras tanto, re-enfocar en la misión:

predicar arrepentimiento,
expulsar demonios,
ungir a los enfermos y curarlos. (vv. 12-13)

Y espero el próximo año no tener el porcentaje mas bajo de grasa.

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English Version

De los Archivos (Domingo Quince - Ciclo B):

2015: Construyendo Sobre Puntos Fuertes Semana 2: Autoridad Magistral de la Iglesia
2012: La Fuente
2009: Arrepentirse y Orar
2006: Ni Dinero en el Cinto
2003: Ni Dinero en el Cinto (mismo titulo, homilia diferente)

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